Me llamo Nicolás Jiménez Mendoza. Nací en el barrio de San Roque de Quito, el 16 de septiembre de 1941. Estudié en la escuela San Pedro Pascual, en el colegio Mejía y en el filosofado de San Gregorio de la PUCE.
Desde 1957 he trabajado como voluntario a favor de los demás, según creí, en cada caso, que debía hacerlo. Milité en Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana, ARNE, hasta 1961; en la Acción Católica Universitaria hasta 1967; en la central obrera CEDOC y la Izquierda Cristiana hasta 1976; ejecuté el proyecto de empresas comunitarias del Plan Solanda, fui secretario general del sindicato de trabajadores de la Fundación Mariana de Jesús, hasta 1981; fui director provincial de la Acción Carcelaria, durante ocho años; y hasta ahora soy oficial de taller para recuperar técnicas de la artesanía tradicional de Quito.
Me considero escritor desde 1995, cuando publiqué mi primer libro, la novela “Sara”. Ya tenía 54 años de edad y desde entonces ejerzo esta profesión.
Mientras trataba de mejorar el mundo mediante mi acción voluntaria, tuve que ganarme la vida como contabilista, promotor social y profesor. Hoy escribo y trabajo de anticuario y artesano.
Como cualquier hombre que ha visto tanto del mundo, ha recibido la luz y tiene mi edad, soy agnóstico y anarquista. Detesto a la política que es lucha por el poder, también a las religiones que son instrumentos para dominar con la ignorancia y el miedo. Está en la naturaleza del poder el tratar de absolutizarse y ser permanente. Creo muy poco o nada en las organizaciones y sus líderes. Los sistemas de poder, llámense como se llamen, son inhumanos; me siento bien marginándome cuanto puedo del sistema que impera sobre nosotros. Tengo que enfrentar, en consecuencia, la marginación con que el sistema pretende despojarme de los derechos que tengo como ser humano. Resistir al sistema, sin violencia, es el fundamento de mi ética de libertario. Creo en los jóvenes que tienen la inteligencia fresca, mientras son libres; creo que la nación ecuatoriana tiene, como todas las naciones, un misión, en el concierto mundial de pueblos, a la que es natural adherirse.
Sobre el Autor
“Conocí a Nicolás Jiménez por etapas como en las excavaciones arqueológicas. De joven leí a su abuelo Nicolás y en sus ensayos aprendí admirar y temer al implacable Federico González Suárez. En la década del 70, a través de Hernán Crespo Toral, del Museo del Central, de la burocracia ilustrada del Instituto Emisor traté fugazmente a Nicolás, el nieto. Me impresionó su cabeza ancha que me recordaba los bustos sin pupilas de César y Cicerón. Me hablaban bien de su taller al lado de la Academia al lado de la Merced al lado de la Ipiales. Pasaron diez años. Entonces me buscó. Me trajo un voluminoso manuscrito de su primera novela SARA. Le hice observaciones al texto, pero le escribí un prólogo serio, benévolo en parte y duro en buena parte. Quizás por estas circunstancias SARA, la novela Nicolás, me ha dejado huella. Conocí a su compañera. Vi cómo trabajaban. Supe de su formación, de la de Nicolás, escolástica con los filósofos jesuitas, marxista con la izquierda cristiana, desencantada con la realidad política y humana cotidiana. Esos ojos vacíos de los bustos de César y Cicerón cobraron vida. Y vi mucha vida, dura, fuerte, peleadora, tenaz en Nicolás cuando entró a defender sus derechos y los de su Fundación en un típica lucha contra el poder de la burocracia.”
Simón Espinosa Cordero, del discurso de Presentación de Sello Editorial, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el Jueves 12 de febrero de 1998-
“Nicolás Jiménez, un hombre alejado de los círculos literarios e intelectuales, un trabajador estrechamente vinculado con la producción artesanal, y no por ello un antiintelectual, ha sido mordido, ya en la madurez, por las palabras, y lo ha sido de un modo radical, y esperemos que definitivo.”
Cecilia Velasco Andrade, Cultura No. 8, revista del Banco Central, nov./2000
"Un libertario, apasionado y casi obsesivo"
Rita Merino Utreras, su compañera.
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