Como editorialista de este Diario, he tenido la satisfacción de conocer a muchas personas, quienes en varias ocasiones me han hecho llegar libros, artículos y una serie de sugerencias que han alimentado muchas de las columnas que ustedes leen cada miércoles.
A finales de 2009, recibí un paquete que pesaba bastante y venía de la ciudad capital. Era un libro que me obsequiaba el destacado escritor y filósofo quiteño Nicolás Jiménez. El título de la novela me intereso bastante La Obra y los duendes ecuatoriales. Como no podía ser de otra manera, en ese fin de semana empecé a sumergirme en tan interesante lectura.
Esta novela me hizo recordar muchas de las cosas que sucedieron cuando yo era un niño, los hechos de hace 10 diez años de la crisis económica de 1999 e inicios de 2000, que hasta ahora nos siguen afectando en todos los ámbitos de nuestra vida y que esta semanas volvieron a ser noticia.
Coincido con su autor cuando me decía que libro es original y tiene características particulares importantes y destacables, pero es también dinamita, porque compromete a mucha gente viva y curiosamente también compromete a mucha gente vivísima y a pocos héroes muertos de los que es fácil hablar bien.
En su mayoría, los personajes tienen curiosos, aunque bastante obvios sobrenombres que nos permiten identificarlos.Hay muy pocas partes del libro con las cuales no coincido, quizás porque tenemos distintas formas de ver las cosas.
La ciudad de Quito es el escenario de la mayoría de los acontecimientos, muchas de las historias se desarrollan en la época del expresidente Mahuad, justo cuando empezaron a ser públicos los problemas de la crisis bancaria en el país.
Sin duda, esta obra de casi 900 páginas no puede ser resumida en este espacio, pero debo decir que las 10 historias que componen el libro son todas bastante interesantes y, sin importar cuál sea su ideología, resulta importante recordar muchas de las cosas que nos han pasado o que otros han tenido que vivir.El libro de Jiménez es un texto cuya lectura debo recomendar.
Cambiando de tema, no puedo dejar de expresar mi preocupación ante la noticia de que el destino de la educación de miles de jóvenes bachilleres depende de un sorteo: es que ahora con la revolución ciudadana, solo estudia el que tiene suerte.En las universidades del país nos están sorteando los cupos para podernos educar y se está dejando al azar nuestro futuro. ¿Fue esa revolución por la que votamos?
Este Gobierno debería dejar de destruir lo que está funcionando bien, como el PAP en Guayaquil, y debería empezar a atender con más fuerza las áreas en las que tiene grandes fallas como la educación y la salud.
Nos han vendido un cuento, que "este es el Gobierno de los jóvenes". Yo no lo creo. Es que ahora los jóvenes no podemos estudiar y tampoco podemos trabajar.Nuestra suerte ha sido echada al azar y nuestras esperanzas de un cambio y un futuro mejor las han destruido los fracasados del siglo XXI.
Montalvo decía:"Maldito el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano".¿No creen que ya es hora de vencer el miedo y hacer temblar al tirano?
Tomado de Diario HOY, Miércoles 27 de enero de 2010, Sección Perspectivas, pág. 4